miércoles, 13 de junio de 2007

La primera ceremonia de entrega de los Premios Nobel en Literatura, Física, Química y Medicina se celebró en la Antigua Real Academia de Música de Estocolmo (Suecia) en 1901. Desde 1902, los premios los entrega el Rey de Suecia. Inicialmente, el rey Óscar II no estaba de acuerdo en dar el premio a extranjeros, pero se dice que cambió de idea al darse cuenta del enorme potencial publicitario para el país.

Los premios se conceden en una ceremonia celebrada anualmente el 10 de diciembre, fecha en que Alfred Nobel murió en Estocolmo, Suecia. La entrega del Premio Nobel de la Paz se realiza en Oslo, Noruega. Los nombres de los laureados, sin embargo, suelen ser anunciados en octubre por los diversos comités e instituciones que actúan como de tribunales de selección de los premios.

Junto con los Premios se entrega un importante premio económico, actualmente unos 10 millones de coronas suecas (algo más de un millón de euros). La finalidad de esta suma es evitar las preocupaciones económicas del laureado para que así pueda desarrollar mejor sus futuros trabajos. (En realidad, bastantes de los ganadores se habían retirado bastantes años antes de ganar el premio; y muchos de los ganadores del Premio Nobel de Literatura han sido silenciados por él, aún siendo jóvenes) Los diversos campos en los que se conceden premios son los siguientes:

Física (decidido por la Real Academia Sueca de Ciencias)
Química (decidido por la Real Academia Sueca de Ciencias)
Fisiología o Medicina (decidido por Instituto Karolinska)
Literatura (decidido por la Academia Sueca)
PREMIOS NOBELES 2004

En las Ciencias el Premio más alto es el PREMIO NOBEL, el cual este año cumplió 103 años y sigue siendo la mayor recompensa a la investigación. Como todos los años, se otorgaron los premios en las tres ciencias escogidas por Alfred Nobel: Física, Química y Fisiología o Medicina.



FÍSICA
Frank Wilczek de MIT, David Gross de Santa Bárbara, California, y David Politzer, del Instituto Tecnológico de Pasadena, recibieron este año el Premio Nobel de Física. Los tres físicos vienen trabajando desde los años 70 en un problema del llamado 'modelo estándar' en la física de partículas subatómicas. Al medir las fuerzas que mantienen la estructura del átomo, las ecuaciones daban resultados infinitos, debido a que se consideraba un incremento de la fuerza a medida que se acerca al centro de la partícula.


David J. Gross


H. David Politzer

miércoles, 16 de mayo de 2007

miércoles, 28 de marzo de 2007

De Juan Ramón Jiménez a Camilo José Cela

Francisco Javier Díez de Revenga

De J.R.J. a C.J.C., pasando por V.A., nuestros tres Nobel de literatura, a saber: Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre y Camilo José Cela.

Van a ser éstas unas reflexiones sobre el Premio Nobel de Literatura Española y su sentido. La concesión a Camilo José Cela ha supuesto para la literatura española, frente a la latinoamericana, un reconocimiento de la vigencia de su tradición novelística, un reconocimiento de la gran narrativa española que nació con Cervantes y que tuvo en la picaresca su máxima originalidad. Camilo José Cela es heredero de esa tradición y ya es hora de que los siete sabios de Suecia reconozcan a nuestra literatura y en concreto a nuestra novela. Pero qué distinto ha sido todo en este año de 1989. Recuerdo muy bien todabía cuando en 1956 dieron el Premio Nobel de Literatura a Juan Ramón Jiménez, que los niños de entonces conocíamos, qué duda cabe, por Platero y yo . Y recuerdo, en aquellos años en que nada de España era reconocido en el exterior, el orgullo de los escolares por tener un Premio Nobel español, aunque ese Premio Nobel estvuiese medio prohibido porque era un exiliado que no amaba a España y que se había marchado de ella por no querer luchar junto a los buenos. ÇEran cosas que se decían entonces, en los recreos. Aunque siempre había algún profesor que en un pasillo, en voz baja, decía que muy bien, que se lo merecía, que no era rojo, y que además hacía muy bien en no venir a España para que aquí no se aprovecharán de su premio. Aquello ponía los pelos de punta. Las revistas gráficas de la época, las fotos en huecograbado de algún diario madrileño nos mostraban a un hombre con cara de buenoi, barza nazarena y canosa, que aparecía enlas fotografías acompañado de una bella mujer, que ahora estaba muy enferma y que iba a morir enseguida, como así fue. La señora tenía un nombre exótico, Zenobia, pero era todo sonrisa. Juan Ramón, siempre en la imaginación de los críos de entonces sobre su Platero, era, para nosotros, el loco, el loco…

En 1977, otras vez en otoño, la Academia Sueca premia un cincuentenario y reconoce a la democracia de España, como antes reconoció a la España peregrina. La Academia Sueca ha sido siempre muy política en esto del Premio Nobel de literatura, y si alguinen no lo cree que pregunte porque Echegaray tuvo un Premio Nobel, que solo merecía Federico Mistral –quien tuvo que compartirlo con nuestro banquero y melodramático don José de Echegaray- o porque don Winston Churchill lo obtuvo en 1953. Premiaba un cincuenteneario, el de la Generación del 27 –inclso nos consta que hubo otro candidato con muchas posibilidades aquel año y que no lo obtuvo porque se quiso premiar a un componente de la generación que se hubiera quedado en España: el desbancado fue Jorge Guillén- y se premiaba a nuestra Transición. España comenzaba a ser europea. El acierto, en esta ocasión, fue, sin embargo, total: Vicente Aleixandre. Uno de los poetas más completos de toda la lírica de nuestro siglo. De la altura de Juan Ramón, de Federico García Lorca. Pero más poeta que ellos, más aventurero de las formas y del lenguaje, más intenso y más centrado en sí y en su poesía. Poeta total , don Vicente recibió el reconocimiento internacional con sorpresa y con emoción y los focos de las televisiones europeas lo dejaron prácticamente ciego. España se situaba otra vez en el centro del mundo literario occidental y nuestra poesía “interior”, nuestra gran poesía española recibía el gran reconocimiento como veintiún años antes lo había recibido la poesía del exilio.

Y ahora, tan sólo doce años después, la novela, la gran novela española. Y don Camilo José Cela, que viene a unir su nombre a los dignísimos de Juan Ramón Jiménez y de Aleixandre, a pesar de no haber obtenido nunca el Premio Cervantes. Por cierto, ya que de Nóbeles hablamos, deberá saber el lector que Vicente Aleixandre es el único poeta del 27 que no recibió el Premio Cervantes. Sí lo tuvieron todos los demás, los que vivián en 1978 y siguientes: Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Rafael Alberti. Pero esto son menudencias. Lo importante es que nuestra novela, como antes lo fue nuestra poesía, ha recibido el más cotizado galardón internacional. De los Premios Nobel de Teatro, de esos prefiero no hablar, porque una vez oí decir a un gran estudioso del teatro –Ricard Salvat- que si en un ataque atómico sólo se salvasen de la cutlura universal nada más que las obras de los Premios Nobel, como alguien pretendió, los supervivientes o las generaciones venideras creerían que el teatro español contemporáneo había sido Echegaray y Benavente. Aun así, Cela puede estar orgulloso de estar en la misma nómina que Juan Ramón y que Aleixandre, y, cómo no, en la misma lista que Tagore, Anatole France, Yeats, Bernard Shaw, Berson, Mann, Pirandello, O'Neill, Hesse, Gide, Faulner, Mauriac, Hemingway, Camus, Steinbeck, Sartre, Asturias, Neruda o Samuel Beckett, entre otros muchos.


Platero y yo. Juan Ramón Jiménez

EL ECLIPSE

Nos metimos las manos en los bolsillos, sin querer, y la frente sintió el fino aleteo de la sombra fresca, igual que cuando se entra en un pinar espeso. Las gallinas se fueron recogiendo en su escalera amparada, una a una. Alrededor, el campo enlutó su verde, cual si el velo morado del altar mayor lo cobijase. Se vio, blanco, el mar lejano, y algunas estrellas lucieron, pálidas. ¡Cómo iban trocando blancura por blancura las azoteas! Los que estábamos en ellas nos gritábamos cosas de ingenio mejor o peor, pequeños y oscuros en aquel silencio reducido del eclipse.

Mirábamos el sol con todo: con los gemelos de teatro, con el anteojo de larga vista, con una botella, con un cristal ahumado; y desde todas partes: desde el mirador, desde la escalera del corral, desde la ventana del granero, desde la cancela del patio, por sus cristales granas y azules...

Al ocultarse el sol que, un momento antes, todo lo hacía dos, tres, cien veces más grande y mejor con sus complicaciones de luz y oro, todo, sin la transición larga del crepúsculo, lo dejaba solo y pobre, como si hubiera cambiado onzas primero y luego plata por cobre. Era el pueblo como un perro chico, mohoso y ya sin cambio. ¡Qué tristes y qué pequeñas las calles, las plazas, la torre, los caminos de los montes!

Juan Ramón Jiménez Platero y yo (Elegía Andaluza) 1907-1916


Platero y yo (Juan R. Jiménez)

Platero y yo es uno de esos libros que marcan vidas, y dejan huella más allá de la comunidad lingüística en la que fue concebido. Sin duda es la obra más conocida de Juan Ramón Jiménez, uno de los grandes escritores que ha dado España, figura clave del modernismo y cuya labor mereció la concesión de el Premio Nobel en 1956. Juan Ramón ha sido un poeta con una sola ambición, la de una obra poética harmoniosa, tan perfecta como el propio concepto de poesía puede permitir, tomada en como un todo, que aún está por publicar de forma íntegra. En este contexto, Platero y yo aparece como una excepción, un libro aparte. Consiste en una larga serie de capítulos cortos en los que el poeta narra sus impresiones sobre la vida, el mundo y las cosas y los personajes de su pueblo natal, Moguer, en la provincia de Huelva. Nos lo va contando a los lectores y oyentes hablando al oído de su burro Platero, que lo acompaña a lo largo de todo el libro convirtiéndose, a ojos del público, en el personaje principal: el tierno, manso y siempre leal amigo Platero. Es una obra de la que han gozado niños y mayores del todo el mundo durante ya casi un siglo, y que presentamos aquí con ilusión y orgullo.